Jaimito El Cartero adorna su pueblo natal de crepúsculos arrebolados, pero asolado por la inseguridad y la migración
SANTIAGO TANGAMANDAPIO.— Desde el pasado 25 de julio, “Don Jaimito, el cartero” es el hijo pródigo de Santiago Tangamandapio, un pueblo michoacano que decidió elevar al personaje de televisión a la estatura de un héroe local por haber dado a conocer este municipio michoacano a lo largo y ancho de varios países latinoamericanos.
Su mérito fue sobre todo, y casi sin saberlo, propalar en donde se plantaba la nostalgia que sentía por su tierra natal, aquel lugar de “crepúsculos arrebolados”, tan bello que no aparecía en el mapa, “aunque era aún más grande que Nueva York”.
Don Jaimito se hizo famoso con Tangamandapio y Tangamandapio con él, aunque muchos creían (y hasta la fecha creen) que el lugar no existe y que fue una invención del actor Raúl “El Chato” Padilla, quien interpretaba a Jaimito y a quien le resultaba graciosa la palabra que remite a muchas cosas, menos a lo que en realidad significa el nombre.
Tangamandapio es un vocablo de origen chichimeca, una etnia casi extinta en Michoacán, que significa “tronco podrido que sigue en pie”. El pueblo con su nombre fue fundado mucho antes que el imperio tarasco. En 1822 se le asigna el nombre de Santiago Tangamandapio, en honor del que ahora es su santo patrono.
Entonces era una vicaría de Jacona, luego pasó a manos de Zamora. Esperó casi un siglo para que en 1902 lo elevaran a categoría de municipio.
Adoptado al azar
La anécdota se cuenta así: el actor que encarnaba a Jaimito, el cartero en El Chavo del 8, tomó el nombre del directorio telefónico. Apuntó su dedo regordete sobre la letra T, donde también se encontraba Tingüindín, otro municipio michoacano.
Los pobladores de Tangamandapio aseguran que “El Chato” Padilla dudó entre quedarse con este nombre o el de Tingüindín y finalmente adoptó el primero, porque en su mente, “tan dada al doble sentido, la palabra le hacía gracia y vaya usted a saber de qué se acordaba el cabezón”, dice la señora Lucero Escamilla, oriunda de este municipio y quien está contenta de ver la estatua de Jaimito a la entrada del pueblo.
También cuentan los pobladores de este lugar, localizado a 160 kilómetros de la ciudad de Morelia y con al menos 18 mil habitantes (casi todos migrantes que regresan sólo en dos fechas al terruño), que El Chato Padilla fue una vez a Tangamandapio, en 1983, invitado por presidente municipal Francisco Arroyo, para los festejos del Día del Niño.
En esa ocasión, dicen los que lo vieron, como don Artemio Nava, “lo festejaron tanto y lo agasajaron tanto que se quedó tres días a pesar de que tenía grabación para el programa”. Todos recuerdan esa fecha como algo histórico y hasta heroico, como una gloria ya ida que “le empañó a más de uno los ojos”, dice Artemio.
Una deuda pagada con bronce
“El Chato” Padilla no era, evidentemente, oriundo de Michoacán y mucho menos de Tangamandapio. “Pero Don Jaimito sí, y eso es lo que importa”, dicen los del pueblo que están convencidos de que la efigie del noble cartero colocada a la entrada del municipio, como un guardián eterno con una carta en la mano listo para entregarla, será un detonante para acercar al turismo a este lugar.
El actual presidente municipal de Santiago Tangamandapio, Juan Campos González, asegura que rendir honores de esta manera a un personaje como Jaimito, el cartero, era ya un asunto impostergable.
“Era una deuda que tenía el pueblo con el personaje y con el actor, pero también con todos los carteros”, un oficio que en la actualidad se encuentran a la puerta del olvido en la medida que gana espacios internet con correos electrónicos y redes sociales.
Como la mayor parte de los municipios de Michoacán, asolados por la inseguridad y la migración, Santiago Tangamandapio vive sus problemas con optimismo. “Por eso el pueblo —dice el alcalde— no dudó en cooperar voluntariamente con la causa y juntar la tercera parte del costo de la estatua que desde el 25 de julio se erige a la entrada del pueblo”.
Fabricada en bronce puro, la estatua (o como decía El Chavo del 8: “el menumento”) de Jaimito, el cartero, mide dos metros de alto y fue elaborada por Arturo Valencia, escultor zamorano, con un costo de 260 mil pesos, incluyendo la obra civil que es un pequeño jardín de flores guinda.
Ahora Santiago Tangamandapio, en Michoacán, tiene junto al santo patrono, Santiago Apóstol, un anfitrión principal: Don Jaimito, afable, sonriente y que evidentemente se quedó en este lugar “para evitar la fatiga” y perdurar en la memoria.
Saludos Banda...
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